Alemania Imperial

Autobús de Bratislava a Viena. Hora de siesta –continuamos durmiendo en micros y trenes :S-. Por suerte, antes de llegar a Viena, ya me había fijado direcciones de hostels, esto era porque no había reservado ninguno y tenía que dormir en una cama y ducharme con agua caliente si iba a pasar tres noches en esta ciudad.

Llegué al hostel más cercano al centro de la ciudad y, supuestamente, más económico. Sin embargo, me garcharon de arriba de un poste y me colocaron en una de las habitaciones más caras, pero bueno, necesitaba colchón y ducha y la noche caía sobre mi cabeza. En cambio, lo positivo de todo esto fue que en la habitación era el único huésped –fue como si estuviera en habitación privada- y que conocí a cuatro grandes personas con las cuales me divertí en esta ciudad e intercambiamos información (Salim, Karish, Carla y Mauricio).

La primer noche fue descansar más que nada. Hacia ya tres días que no dormía en una cama y abrigado, aunque la cama la haya tocado luego de las 12 de la noche tras una larga conversación y risas con los chicos.

Al día siguiente, las patas a utilizarlas. Había y hubo que conocer los parques, el palacio real, la city de la ONU, la casa de Freud, las iglesias y catedrales, etc, etc, etc. Fue bastante agotador, sumándole que el clima tampoco ayudó ningún día y que uno se encontraba entre la llovizna y el nublado. PERO NO IMPORTAAA!!! Jajaja

Al otro día quedaba caminar por las afueras de la ciudad. ¿Que alguien me diga si fue caminando al Schloss Schönbrunn?  Bueno, yo sí. Primero fui hasta el Beldevere, conocí ambos –inferior y superior-, y luego, caminando hasta la residencia de verano de los emperadores. No todo termina acá, porque allí no sólo existe el palacio sino los jardines que parte de ellos se encuentran en una colina y hay que subirla. Es decir, y en conclusión, mis piernas murieron en el trayecto de vuelta que también se hizo caminando. Sin embargo, soy de los que apoyan las pateadas para conocer bien una ciudad aunque se termine hecho pija.

Para finalizar mi estadía y poder decir que conocía Viena, y luego de una larga siesta en la cama, me fui para el Staatsoper. No podía irme, y nadie puede irse, sin ver una representación en la ópera vienesa. La que me tocó fue Madame Butterfly que aunque digan que es una de las mejores italianas, a mi gusto fue un horror sin dejar de pensar en el embole que me estaba pegando y el cansancio que tenía encima. Realmente, no me gustó la interpretación digan lo que digan. El edificio de la ópera un placer. Nobles para que los hay, me sentía un pordiosero como estaba vestido al lado de los viejos/as ricachones.

Mi opinión en general, a nivel cultural, sensorial y visual, Viena es parte de Alemania pero sin tanto modernismo, con una mezcla de este y parisina –de algún lado tenía que haber salido María Antonieta-.

Acá dejo las fotos:

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