Una Europa diferente, pero muy diferente

Después de unos días en la segunda Alemania –Viena, Austria-, el tren partió hacia los demás países del este. El destino más próximo era Budapest, capital de Hungría y ciudad natal de una de las personas más graciosas y directas que conocí en Barcelona, Agnes.
El viaje duró un par de capítulos de Anne Rice, canciones del Ipod y siestas interrumpidas. El paisaje, como en cualquiera de los otros viajes, era fantástico. Sin embargo, esa fantasía fue rota cuando el tren arribó. La estación de tren de Budapest, Kaleti, es muy parecida a la estación de tren de Constitución, y la zona no se queda atrás. Fue una sensación extraña la que invadió mi cuerpo en ese entonces porque nunca me había sentido así. Lo peor de todo era que el frío no acompañaba a la mejora y esa sensación me embriagó, y no sé si no empeoró en los días que restaban, hasta llegar nuevamente a Barcelona.
La caminata empezó con miedo, así también como la salida de la cámara fotográfica de la mochila. Pero a medida que el turismo se fue acercando al centro la cosa cambió para volver por la noche en la espera del tren a Belgrado, Serbia.

El paisaje, la infraestructura, los parques, los castillos, el río, la gente, fue una experiencia inolvidable. Cómo en las anteriores ciudades y países, todo había que escalarlo más o menos. ¿A quién carajo se le ocurrió hacer ciudades entre montañas y colocar en la cima de las mismas las cosas más importantes que hay que conocer? Bueno. Casi muero, pero sigo entre ustedes rompiendo los huevos. No se salvan más de mi persona :P
Algo muy característico de Hungría es que pertenece al país número uno en la industria de la pornografía. Cuando uno va con ese dato en especifico a una ciudad, lo tratará de corroborar, ¿no? Eso mismo fue lo que hice. Es inexplicable como el 99% de las mujeres húngaras que se cruzaron por mi cara eran perfectas en su belleza y su forma de vestir. INEXPLICABLE. Yo no soy ese tipo de pajero pero era prácticamente imposible no darse vuelta, con la baba colgando y quedar contemplando tanta belleza junta, no quiero imaginar que haría un trastornado sexual.
Budapest, además de tener mujeres perfectas y para casarse –a nivel superficial, porque no pude conocer a ninguna allí a nivel personal allí-, es un país donde las marcas del comunismo se notan. Se notan en la forma de vivir, en la forma de moverse de la gente, en la forma de estar, en la forma de pensar, en la forma, en la forma, en la forma. Se puede ver a simple vista como la URSS atravesó cada espacio cual fue suyo.

Así también pasa en Serbia, la etapa del comunismo se sigue sintiendo en el país, en el suelo, en las casas, en las personas. Creo que atravesar Serbia en tren fue una de las experiencias más impresionantes de mi vida –agregándole que es uno de los países más baratos en los que he estado. Y cuando digo “barato” es BARATO-.
Las personas son muy sociables, por no decir “demasiado”. Abiertas a conocer a cualquiera. El único inconveniente es que el alcohol y las drogas circulan muy temprano por la mañana. Ejemplo, el tren que tomé en Belgrado partió a las 7a.m. y el controlador de ticket ya estaba borracho.
Pero bueno, la locura del día fue en aumento y muy divertida –de vez en cuando-. Hasta Nis, segunda capital del país serbio, el grupo de pibes, borrachos y drogados por el fútbol fue un acompañamiento excepcional, “sublime” podríamos decir. Luego, la llegada a la frontera se transformó en cuatro horas de retraso gracias a la mafia del tabaco búlgaro. En realidad, esta última parte no fue nada divertida: control policial, me dieron vuelta mi mochila, me llevaron al baño y me hicieron desnudar, me controlaron hasta el pelo más chico e invisible, desmontaron y montaron el vagón como tres veces. Sin embargo, a las viejas que trafican el tabaco ni las miran. Gracias a… -en este momento no me acuerdo su nombre- pero desde Belgrado hasta Sofía y, luego, hasta Salónica tuve la compañía de una chica búlgara que me hizo ameno el viaje a partir de la locura de la frontera.
Eso es un resumen pequeño pero divertido de varias anécdotas sobre Serbia. Un país muy loco y divertido, y con un peso de historia social-cultural-política importante.


PD: Me olvidaba, nunca pasé tanto frío en mi vida. Esperando el tren a Serbia en Kaleti pensé que me había congelado. NO PUEO MOVEMEEEE!!!!!! -Gasti-

Aquí dejo el link para conocer Budapest por fotitos:

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