Feliç Any Nou

Moltes Felicitats i Bon Nadal


La penúltima semana del año, como también hace 22, siempre es compartida por mi cumpleaños y la famosa fiesta navideña de Papá Noel o, religiosamente, del nacimiento de Jesús. Esta misma, pensé que iba a ser muy diferente a los años anteriores, y lo fue. Sin embargo, de una forma que no me esperaba. Lo que creí que se iba a transformar en nostalgia, la gente que me rodea hizo que ese concepto se convirtiera en felicidad y alegría, y en otra semana maravillosa en el mes de diciembre.
El 22 de diciembre de este año, 2010, cumplí mis preciados y esperados 22. EL LOCO. Desde el comienzo del mes pensé que este día, al llegar, se transformaría en un fiasco. Que extrañaría a Dios y María Santísima, y en vez de ser un día de alegría sería un bajón pésimo. Pero todo cambió a las 24hs cuando Juanjo me cantó el “feliz cumpleaños” mientras estábamos mirando una película después de cenar.

Una Europa diferente, pero muy diferente

Después de unos días en la segunda Alemania –Viena, Austria-, el tren partió hacia los demás países del este. El destino más próximo era Budapest, capital de Hungría y ciudad natal de una de las personas más graciosas y directas que conocí en Barcelona, Agnes.
El viaje duró un par de capítulos de Anne Rice, canciones del Ipod y siestas interrumpidas. El paisaje, como en cualquiera de los otros viajes, era fantástico. Sin embargo, esa fantasía fue rota cuando el tren arribó. La estación de tren de Budapest, Kaleti, es muy parecida a la estación de tren de Constitución, y la zona no se queda atrás. Fue una sensación extraña la que invadió mi cuerpo en ese entonces porque nunca me había sentido así. Lo peor de todo era que el frío no acompañaba a la mejora y esa sensación me embriagó, y no sé si no empeoró en los días que restaban, hasta llegar nuevamente a Barcelona.
La caminata empezó con miedo, así también como la salida de la cámara fotográfica de la mochila. Pero a medida que el turismo se fue acercando al centro la cosa cambió para volver por la noche en la espera del tren a Belgrado, Serbia.

Alemania Imperial

Autobús de Bratislava a Viena. Hora de siesta –continuamos durmiendo en micros y trenes :S-. Por suerte, antes de llegar a Viena, ya me había fijado direcciones de hostels, esto era porque no había reservado ninguno y tenía que dormir en una cama y ducharme con agua caliente si iba a pasar tres noches en esta ciudad.

Llegué al hostel más cercano al centro de la ciudad y, supuestamente, más económico. Sin embargo, me garcharon de arriba de un poste y me colocaron en una de las habitaciones más caras, pero bueno, necesitaba colchón y ducha y la noche caía sobre mi cabeza. En cambio, lo positivo de todo esto fue que en la habitación era el único huésped –fue como si estuviera en habitación privada- y que conocí a cuatro grandes personas con las cuales me divertí en esta ciudad e intercambiamos información (Salim, Karish, Carla y Mauricio).

Un lugar inesperado

Empecemos por el simple hecho de que cuando llegué a Barcelona nunca me había imaginado que iría a Eslovaquia. Todo fue muy raro pero se fue dando y lo que se va dando nunca es malo. Bratislava salió de la galera y fue uno de los mejores momentos y lugares.

Como decía en el anterior post –Praga-, el viaje a Bratislava se adelantó por falta de autobuses nocturnos hacia Viena. Aunque vamos a confesar que ya estaba en el itinerario pero iba a darse luego de conocer Austria. Volviendo, desde Praga me tomé un bus que me dejó varado en una ciudad desconocida –Bratislava, capital de Eslovaquia- a las 4 de la mañana. En la estación tenía que sacar el pasaje a Viena para ese día pero más tarde, porque aunque sea una capital la ciudad es muy pequeña y la podes conocer en horas. Es decir, que llegué a las 4 a.m. y para esperar a que abrieran las taquillas este viajero aventurero durmió en una estación de autobuses hasta las 6.30hs. :S Lo único catastrófico fue el frío pero después todo muy bien. Sigo vivo y no me falta ni perdí nada. Bueno esto último es discutible.

Por las praderas


Tren tempranito hacia República Checa. Esto me hizo acordar mucho a las pequeñas facturas del centro cultural Checo en Prisma. :P –broma interna de mis tres años en la empresa-
Lo bueno de los viajes en tren es la cantidad de paisaje y vida que uno puede observar. Me gustaron mucho los viajes así, pero República Checa fue uno de los mejores y más cómodos. El verde, las montañas, el río, todo formó un componente maravillo sin explicación.
Llegada a la estación. Cambio de moneda. Estafa en el mismo, me cagaron 10€. Ya empezamos con la pata izquierda. A esto, se le sumamos que los autobuses a Viena, los nocturnos, no estaban en funcionamiento porque la empresa que los llevaba acabo ese día no tenía ganas de trabajar y había decidido rascarse el ombligo. Los humos iban de mal en peor. Vuelta a la estación de tren para averiguar horarios y precios, los cuales era una locura. El malhumor seguía en aumento, y no sólo eso sino que los minutos, las horas pasaban, y yo perdía ese tiempo de la ciudad. Regreso a la estación de autobuses. –¿Decime que hay autobuses nocturnos a Bratislava?- Una cosa que hay que rescatar de Praga: la gente es muy copada y amable, tratan de ayudarte en todo lo que puedan sin ningún problema. Hecho. Mi pasaje a Bratislava (Eslovaquia) ya estaba en mis manos. 

Empezar de cero


Segunda parada: Berlín.
El tren de Bruselas a Colonia –Köln- partía a las siete de la mañana y desde allí un trasbordo hacia la cuna de las dos guerras mundiales, el nazismo, el muro, parte de las vanguardias, la comunicación, la modernidad, de la economía europea, entre muchas otras cosas: Berlín.
La primer sensación cuando uno llega a Berlín no es: -Estoy en Alemania - sino la gran impresión de ver por primera vez, en una ciudad europea, tanta modernidad junta, a la vez de sentir su occidente y oriente tan diferenciados. Con esto quiero decir, desde un primer momento se nota que Berlín es una ciudad hecha hace muy pocos años desde el cero absoluto. La destrucción casi completa por las guerras hizo de esta una de las ciudades más bellas por su historia aunque en ciertas partes a uno lo atraviese cierto frío por el alma como al estar parado en pleno campo de concentración o caminar por el sendero del muro. Esto último, marcando la realmente nuevo –occidente-, y por otro lado, lo exótico, lo destruido junto lo nuevo, lo nunca vuelto a construir, lo socialista, lo Goodbye Lenin, entre muchas más –oriente-. Además de que en esta última parte se encuentra lo fabuloso de la ciudad para mentes como las nuestras.

MapaMundi